La increíble machada del Porto de Lopetegui en el partido de ida de los cuartos de la Champions convulsionó al Bayern. Un pequeño terremoto que terminó con la dimisión del veterano médico del club (al parecer culpado por la derrota) y cuyos daños se paliaron con una victoria en la jornada de la Bundesliga frente al Hoffenheim.
Los errores de la ida, personificados en el grotesco partido de Xabi Alonso, Boateng y Dante, resultaron formar parte de esos pedazos de grandes momentos que nos deja el fútbol. El gigante visiblemente herido, a un paso de la muerte. Aprendida la lección en la primera batalla, el Bayern sabía que no podía permitirse en el Allianz otros noventa minutos tan anodinos. Con un resultado adverso pero no imposible, los pupilos de Guardiola sabían que tenían en sus manos una noche épica de remontada o una vuelta a casa con las caras más largas que de costumbre. Lo que se vio en el campo superó todas las expectativas.
En el equipo de Guardiola las bajas más sensibles eran las de Ribery y Robben, aunque como suele ocurrir en estos casos, no eran la excusa suficiente. El Bayern debía recuperarse del zarpazo en Portugal.
La idea de Guardiola pasaba por encerrar al Porto en su campo y obligarle a tomar decisiones más allá de lo puramente físico, una de las armas que guarda muy bien Lopetegui gracias a algunas de sus bestias pardas. Como muestra: Jackson Martínez.
Con Rafinha en el lateral derecho, Bernat en el izquierdo y Boateng y Badstuber como pareja de centrales, Guardiola abrió a Lahm a la derecha y a Götze a la izquierda, dejando en su 4-2-3-1 a Xabi Alonso con más movilidad y acompañado por un imperial Thiago Alcántara. Arriba situó al incombustible Müller por detras de Lewandowski, que asumió el rol de delantero centro.
Todo lo que no funcionó en el partido de ida fue un coser y cantar en el de vuelta. Sobre todo Guardiola curó el mal de la salida de balón que tanto daño le había hecho en Portugal. Eso, sumado al juego exterior que llevaron a cabo Lahm y Bernat, a los movimientos de Thiago, a la mayor libertad de Alonso y al instinto goleador innato de piezas como Thomas Müller o Lewandowski, terminaron por condenar al Porto.
Los de Lopetegui partían con dos sensibles bajas, las de los dos laterales titulares (Danilo y Alex Sandro) que el técnico trató de suplir como buenamente pudo, aunque se vio desbordado a los diez minutos de partido.
Julen intentó tapar la sangría retirando a Reyes en el minuto treinta, ya con 3-0 en el marcador, pero la maquinaria del Bayern estaba a tope y sirvió de poco.
La primera parte fue una exhibición para mayor regocijo de la grada y de los admiradores de Pep Guardiola, que esperaban con la escopeta cargada tras el partido de la ida.
Lopetegui recompuso a su equipo para el segundo acto y sacó la dignidad que todo conjunto lleva dentro, sobre todo porque no podían permitirse marcharse de la Champions sin un poco de orgullo, ese que le has llevado a hacer una gran eliminatoria, con una sola derrota en 11 encuentros disputados. Pero qué derrota.
Una pájara del Bayern tras el delirio de la primera mitad permitió a Jackson Martínez anotar un gol que dejaba un pequeño resquicio de esperanza. Pero quedó solo en eso.
En el césped de un Allianz majestuoso, donde se había desplegado una gran pancarta en la que se podía leer "Nunca rendirse", los jugadores del Bayern agradecían a su público y su público jaleaba el espectáculo que les habían ofrecido. El gigante bávaro es de semifinales después de un potente concierto de heavy metal.
*Foto de portada: @casadelfutbol
La idea de Guardiola pasaba por encerrar al Porto en su campo y obligarle a tomar decisiones más allá de lo puramente físico, una de las armas que guarda muy bien Lopetegui gracias a algunas de sus bestias pardas. Como muestra: Jackson Martínez.
Con Rafinha en el lateral derecho, Bernat en el izquierdo y Boateng y Badstuber como pareja de centrales, Guardiola abrió a Lahm a la derecha y a Götze a la izquierda, dejando en su 4-2-3-1 a Xabi Alonso con más movilidad y acompañado por un imperial Thiago Alcántara. Arriba situó al incombustible Müller por detras de Lewandowski, que asumió el rol de delantero centro.
Todo lo que no funcionó en el partido de ida fue un coser y cantar en el de vuelta. Sobre todo Guardiola curó el mal de la salida de balón que tanto daño le había hecho en Portugal. Eso, sumado al juego exterior que llevaron a cabo Lahm y Bernat, a los movimientos de Thiago, a la mayor libertad de Alonso y al instinto goleador innato de piezas como Thomas Müller o Lewandowski, terminaron por condenar al Porto.
Los de Lopetegui partían con dos sensibles bajas, las de los dos laterales titulares (Danilo y Alex Sandro) que el técnico trató de suplir como buenamente pudo, aunque se vio desbordado a los diez minutos de partido.
Julen intentó tapar la sangría retirando a Reyes en el minuto treinta, ya con 3-0 en el marcador, pero la maquinaria del Bayern estaba a tope y sirvió de poco.
La primera parte fue una exhibición para mayor regocijo de la grada y de los admiradores de Pep Guardiola, que esperaban con la escopeta cargada tras el partido de la ida.
Lopetegui recompuso a su equipo para el segundo acto y sacó la dignidad que todo conjunto lleva dentro, sobre todo porque no podían permitirse marcharse de la Champions sin un poco de orgullo, ese que le has llevado a hacer una gran eliminatoria, con una sola derrota en 11 encuentros disputados. Pero qué derrota.
Una pájara del Bayern tras el delirio de la primera mitad permitió a Jackson Martínez anotar un gol que dejaba un pequeño resquicio de esperanza. Pero quedó solo en eso.
En el césped de un Allianz majestuoso, donde se había desplegado una gran pancarta en la que se podía leer "Nunca rendirse", los jugadores del Bayern agradecían a su público y su público jaleaba el espectáculo que les habían ofrecido. El gigante bávaro es de semifinales después de un potente concierto de heavy metal.
*Foto de portada: @casadelfutbol







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