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En abril de 1994, el asesinato del general Juvenal Habyarimana desencadena una ola de masacres contra los tutsis y provoca un desplazamiento masivo de población hacia campos de refugiados a las zonas limítrofes con los países vecinos, especialmente Zaire (actualmente la República Democrática del Congo). El enfrentamiento entre hutus y tutsis es uno de los más sangrientos y horribles de la historia contemporánea tras el holocausto nazi. Aunque las cifras suelen variar, se considera que más de 800.000 personas fueron brutalmente asesinadas durante los primeros meses del genocidio que vivió Ruanda en la década de los noventa y más de dos millones de personas se convirtieron en refugiados. El 85% de la población, los hutus, agredió, torturó, violó y aniquiló al 15% tutsi con el objetivo de exterminarlo.
Hay que remontarse hasta el siglo XV para comprender las tensiones históricas entre ambas etnias, cuando los tutsis invadieron Burundi, zona originaria de los hutus, y monopolizaron su economía, su política y, también, el Ejército. A partir de ahí comenzó a generarse el odio mutuo que perduraría una vez que Ruanda y Burundi obtuviesen su independencia de Bélgica en 1962, momento en el cual los enfrentamientos étnicos se intensificaron.

Amahoro significa "paz" en kinyarwanda, la lengua que se habla en Ruanda y cuyo origen es desconocido. Con capacidad para 30.000 espectadores, este estadio localizado en Kigala fue el lugar donde miles de ruandeses buscaron refugio ante el avance de las milicias hutus y donde se encontraron con la débil protección del contingente de la UNAMIR (United Nations Assistance Mission in Rwanda). 
El fútbol había llegado a calar hondo en Ruanda en los años 30, en gran parte por la labor de los misioneros. Se jugaba en principio en las escuelas católicas aunque, más tarde, los señores feudales y el Ejército lo popularizarían. De hecho, las Fuerzas Armadas contarían con algún que otro equipo como el Panther Noir, el club de la Guardia Nacional, disuelto antes del comienzo del genocidio. 


De entre todos los clubes el Kiyovu Sports y el Rayon Sports son los más famosos. El Kiyovu había sido fundado por intelectuales tutsis aunque pasaría a ser controlado por el Movimiento Nacional Republicano para la Democracia y el Desarrollo, el partido del gobierno hutu. Sus jugadores eran miembros del partido. Por otra parte, el Rayon había sido fundado en 1964 por Donat Murego, que sería sentenciado a 20 años de cárcel por su participación en un golpe de estado fallido contra Habyarimana. Murego era el consejero legal de Habyarimana además del Presidente de la Corte Suprema de Ruanda. Cuando salió de la cárcel fue un colaborador activo en el genocidio. 

En el Amahoro juega de local el Rayon, que a la postre es uno de los equipos más laureados del país con siete títulos de Liga (1975, 1981, 1997, 1998, 2002, 2004 y 2013) y nueve Copas (1976, 1979, 1980, 1982, 1993, 1995, 1998 y 2005). En el momento en el que se producía el asesinato de Juvenal Habyarimana, Eric Murangwa, portero del Rayon, apenas si era consciente de la magnitud que iba a tomar el conflicto. 
Desde bien joven, Murangwa había aprendido lo que era la discriminación, y lo que es peor para un niño, había aprendido a convivir con ella como si fuese algo normal. Los pequeños eran obligados en la escuela a formar en dos filas, una por etnia, y debían de llevar obligatoriamente una identificación que los diferenciara étnicamente hasta los 18 años, momento en el que recibían una cédula de identidad. 
Murangwa se salvó milagrosamente de ser asesinado a manos de la Iterahamwe, el brazo armado paramilitar de los hutus. Cuando los soldados irrumpieron en su casa al grito de: "¿Dónde están las armas, cucarachas?" (apelativo que recibían los tutsis), Murangwa pensó que era el final. Quiso la casualidad que uno de los soldados que le apuntaba directamente con su arma fuese aficionado del Rayon. 



Lo que no pudo evitar Murangwa fue ver a su equipo destrozado por la Guerra Civil. Árbitros, dirigentes, jugadores y niños que soñaban con llegar a ser como las grandes estrellas vieron como se desvanecía su ilusión por el fútbol. 
El Movimiento Republicano Nacional para la Democracia y el Desarrollo había encontrado en los rebeldes del Frente Patriótico Ruandés a los culpables de la muerte de Habyarimana, algo que nunca terminó de esclarecerse. La guerra en la que entraron, aunque ya se combatían desde 1990, marcaría un punto de inflexión en la historia del país. 
Para entonces, el fútbol era lo que menos importaba a los ruandeses. Murangwa había recibido la visita de los Interahamwe varias veces, una de ellas acusado de apoyar al Frente Patriótico, y a la población en genral lo único que le preocupaba era sobrevivir. La selección nacional se encontraba en el puesto 168 del ránking FIFA. Cinco años después del genocidio Ruanda cayó a la posición 179. Los Amavubis, el sobrenombre que recibe el combinado nacional, estaban más que hundidos en la ya de por sí tortuosa historia futbolística del país. 

En junio de 2009, un combinado de estrellas de Ruanda se enfrentó a un combinado de estrellas internacionales entre las que se encontraban Samuel Eto'o, Alex Song, Geremi, Yayá Touré o Didier Drogba. Organizado por la asociación One Dollar Campaign, el partido tenía como objetivo la construcción de viviendas para los huérfanos que había dejado el violento conflicto. 
Murangwa vivió en sus carnes por primera vez la fuerza del fútbol. Ese deporte que podía hacer florecer la amistad y la esperanza pero que también ocultaba un lado oscuro: durante el genocidio, Murangwa conoció casos de compañeros de equipo que se asesinaron entre ellos y otro buen puñado de historias macabras.
Años después de las matanzas sistemáticas, Murangwa relataba la historia de Munyurangabo, uno de sus compañeros en el Rayon y que salía con una chica tutsi. Temiendo por su vida, Munyurangabo decidió huir con su novia pero a la salida de Kigali fue apresado por soldados de la Fuerza Ruandesa de Defensa. A él lo mataron y la joven fue apuñalada varias veces, aunque sobrevivió. Puede que la chica tutsi fuera la causa de su muerte, pero también podría haber sido que hubiese rechazado una oferta del Mukungwa Sport, club dirigido por un tal Mister Z, apodo bajo el que se escondía Protais Zigiranyirazo, uno de los presidentes que llevó el terror al mundo del fútbol. Hasta ese punto podía llegar la miseria humana. 


Después de tanto machete y de tanta sangre derramada, el fútbol se convirtió en una potable vía de escape para la sociedad ruandesa. Un mes después de terminar la guerra, los jugadores que aún seguían con vida del Rayon y del Kiyovu se reunieron y organizaron un partido con el objetivo de demostrar que la pasión por el fútbol podía servir para unir de nuevo a la población de Ruanda. 
Tras aquel partido supervivientes y refugiados tomaron la firme decisión de volver a restaurar sus equipos. El Kiyovu logró reunir a once jugadores y, más tarde, fueron llegando voluntarios que habían jugado en otros tantos equipos desperdigados por la geografía de Ruanda. Munyemana, uno de los supervivientes del Kiyovu, relata que se pusieron de acuerdo para confeccionar un calendario y para disputar partidos de forma regular. Los comienzos no fueron fáciles, sobre todo porque el gobierno no veía con buenos ojos todo aquello y porque la situación de los campos en los que se reunían para jugar, la mayoría descampados al aire libre, no ofrecían muchas garantías de seguridad: todavía no se había puesto en marcha la Demining Commission, por lo que muchas de las minas antipersona aún seguían activas tras las matanzas. 
Uno de los primeros pasos lo dio Rose Kabuye, alcaldesa de Kigali, aceptando un interesante duelo entre el Kiyovu y el Rayon donde lo que menos importó fue el resultado final (3 a 1 a favor del Kiyovu). La gente acudió al estadio con banderas de sus respectivos equipos y sin ninguna preocupación por su origen étnico. El fútbol había vuelto a unir, durante 90 minutos, a un país que se desangraba sin remisión. 

En 1995, la selección volvió a retomar su actividad y los clubes del país fueron retornando poco a poco a las competiciones africanas. En 2003, con Kagame como presidente, los Amavubis consiguieron su histórica clasificación para la Copa Africana de Naciones gracias a una victoria frente a Uganda y el país se convirtió en una fiesta que celebraba la hazaña de su combinado nacional.
El Amahoro Stadium, que había servido como escenario del horror, fue convirtiéndose lentamente en el lugar de ocio para el que había sido construído. Disfrute y celebraciones de goles. Los jugadores eran recibidos en las calles como héroes y el fútbol estaba demostrando ser un importante vínculo de unión. 
Rafael Elias anotaba el primer gol de la historia de Ruanda en la CAN. Un 1 a 0 frente a la República del Congo puso a los Amavubis a un paso de los cuartos de final. Hutus y tutsis alentando juntos a su selección y una nueva y esperanzadora generación demostrando que estaba dispuesta a curar sus heridas poco a poco, aún con el temor de que puedan volver a sangrar. 



 



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